La vida de afuera

27 oct

La vida de afuera

Tenemos otra vida que alimentar y utilizar en la búsqueda de sueños, deseos y voluntades…

Está demostrado que nuestra constitución material, está formada por cuatro elementos: carbono, oxígeno, hidrógeno y nitrógeno. Estos elementos no obstante su efecto bioenergético, forman parte activa de la vida y de nuestros macro nutrientes: proteínas, carbohidratos y grasas. Los cuales están presentes en todos los organismos vivos.

Veamos estos aspectos a través de una lupa. Si partimos del hecho que estos elementos, entran y salen de nuestro organismo, con el soplo de vida que representa la respiración, además de que las estadísticas nos dicen que mueren 10 millones de células cada segundo y se sintetizan otras tantas para asegurar la continuidad de la vida, es lógico y tiene muchísimo sentido entender que nos constituimos con elementos (átomos e iones), que estuvieron formando parte estructural en otros seres vivos, y que ahora son nuestros. Podríamos decir que nuestra membrana estomacal de hoy, tiene parte atómica de personas con las que discutí ayer e incluso de mi perro.

Déjame ponerte un ejemplo: vivo en un segundo piso y no fumamos, con frecuencia nos ocurrió que al estar en la habitación del fondo, sentíamos un fuerte olor a humo de cigarro. Sabíamos que venía desde afuera, pero no de dónde. Esto se convirtió en un problema reiterativo y nos dimos a la tarea de averiguar, quien estaba compartiendo con nosotros su constitución; porque no deja lugar a duda, que cuando exhalamos el humo de una bocanada de cigarro, también exhalamos muchísimos átomos e iones, de nuestras células destruidas, de nuestras grasas y azucares metabolizados. Fue así como supimos que la empleada de la casa contigua a la nuestra, en sus escapadas al patio de la casa, para recrear (o intoxicar) su organismo nos aportaba elementos que indiscutiblemente aprovechábamos, es decir estaba ella inconscientemente participando con el suministro de materiales, en nuestra actividad de co-creación con Dios.

Todos somos uno en nuestro interior, uno con los animales, las plantas y otros seres humanos, no importa, su condición física, su salud o enfermedad, su estado económico, social, procedencia, país o idioma.

Si tratáramos de hacer conciencia de esto, cambiarían nuestro paradigmas?  Cambiaría nuestra percepción de la vida propia y la de los demás?  Cambiarían nuestras relaciones?  Serían otras nuestras preocupaciones y ocupaciones?  Probablemente sí, porque la vida que vivimos es la vida de afuera, es otra vida, no nuestra vida sino la vida de todo lo que nos rodea y en esa estamos todos, no existen culpables, pero si responsables, solo cumplimos con el sagrado deber de compartirlo, es imprescindible madurar para entenderlo y el momento de empezar es ahora.

Tenemos otra vida que alimentar y utilizar en la búsqueda de sueños, deseos y voluntades, está ahí, latente en nuestro interior, forma parte de nuestro mayor potencial. Estamos a tiempo y es justo ahora que debemos tomar acción.

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